Historias de Pacientes
Alex me pidió consulta ya que tenía dolores crónicos en la espalda baja y llevaba así más de 10 años sin tener una solución resolutiva. Había probado todo tipo de fisioterapeutas y terapias tanto físicas como farmacológicas y lo que le restaba era la cirugía de espalda.
Describe en el video algunos de los síntomas y limitaciones físicas que tenía.
Su diagnóstico era: Hernia discal L5-S1, osteofito a este nivel y estenosis congénita severa, síndrome facetario. En el cuello también tenía una protusión C3-C4.
Juan
Juan me pide consulta el 11 de Julio, y me dice que tuvo un accidente de esquí y, como consecuencia del mismo, tuvo fisura en una costilla, edema óseo en la cabeza de la tibia derecha y esguince en ambas rodillas por la cara interna. No se apreciaba ninguna rotura de meniscos, ligamentos, tendones, fibras… tuvo que seguir trabajando y no hizo reposo ni pudo atender debidamente la recuperación de ese accidente.
Pasaron dos años desde el accidente en los que se le quedó dolor crónico en la cara interna de ambas rodillas y por detrás de la rótula, otra resonancia posterior mostró edema óseo en la cabeza de la tibia de la rodilla derecha y tendinitis en la pata de ganso de ambas rodillas, todo ello le impedía, además de hacer su vida normal sin dolor, presentarse a unas oposiciones para las que necesitaba superar unas pruebas físicas que consistían en correr y otros esfuerzos físicos. Tuvimos tan solo 3 sesiones ya que Juan se aplicó mucho en realizar todo el programa de recuperación SIRPA que le preparé, desde entonces ya no tiene dolor y además ha aprobado las oposiciones para las que en un principio no podía ni pensar en realizar por el dolor que tenía. Pero lo más importante es que debido al programa de recuperación SIRPA no volverá a tener dolor, ya que ya sabe qué hacer si algo de eso ocurre, esto le da completa independencia y autogestión de su dolor y en general de su salud.
Testimonio Irene
Dorsalgia tras intervención de cáncer de mama.
Es curioso como la vida, el Universo, Dios o como lo queramos llamar, pone en nuestro camino lo que necesitamos en ese momento en el que parece que ya nada ni nadie puede hacer nada para ayudarnos.
En mi caso por casualidad, o porque así tenía que ser, se cruzó en mi camino el término SMT.
Yo nunca había oído hablar de ese síndrome ni de todo lo que significa. Soy sociosanitaria desde hace veinte años y jamás había leído nada sobre el Dr. Sarno y su síndrome. Me diagnosticaron cáncer de mama un dieciséis de Agosto de 2016. Hasta la semana anterior al diagnóstico, competía en carreras populares de media y larga distancia.
Mi vida se paró en seco en ese mismo momento. Me intervino el Dr. Coloma al mes siguiente. Cuadractectomia en mi mama derecha, seis ciclos de quimioterapia y veintiuna sesiones de radioterapia. Tenía 43 años, un hijo de 13 y una vida sin ninguna preocupación importante más allá de las trivialidades del día a día a las que generalmente damos una importancia que no tienen.
Me mantuve activa durante todo mi tratamiento, no corriendo, puesto que fue un tratamiento bastante agresivo. Pero caminaba por la montaña dos o tres veces por semana. En el quinto ciclo de quimioterapia, comencé a sentir dolor en la zona dorsal de mi espalda y desde el primer momento que lo sentí, pensé que ese dolor era una complicación relacionada con el cáncer y que moriría por la metástasis que yo creía tener en mi cuerpo. Ni mi oncóloga la Dra. Mora, ni mi medico deportivo el Dr Oliva, y ni ninguno de los “fisios” que me vieron y trataron, encontraron rastro de la metástasis que yo aseguraba padecer.
Yo intentaba volver a correr y todas y cada una de las ¡veces que intentaba padecía fuertes dolores en la zona dorsal de mi espalda que me impedían volver a entrenar con regularidad, y también principalmente, ser feliz.
Mi vida se convirtió poco a poco en una serie de limitaciones físicas y personales que iban anulando a la mujer fuerte y resolutiva que fui y dando lugar a una persona que nadie reconocía. Me alejé de mi círculo más cercano de amigas, mi vida familiar la convertí en un infierno y me encontraba salida.
Fue entonces cuando se cruzó en mi camino el término SMT, SIRPA y Encarna Espunya.
Ya he dicho que me dedico a la sanidad soy una persona totalmente escéptica con determinados terapia y tratamientos, pero hubo algo que me produjo curiosidad y decidí ponerme en contacto con Encarna. Como ella misma me dijo en mi primera sesión ¿Qué tenía que perder? ¿Salvo mi dolor de espalda?
Comencé mi terapia con Encarna el 5 de marzo del 2019. Mi marido fue la principal persona que al conocerla me animó a confiar en ella y a intentarlo.
Soy una persona estricta, disciplinada y constante, lo que ha sido un punto a favor en mi recuperación muy importante.
Desde la primera consulta me volqué en todo el plan de recuperación que Encarna diseño para mi. No creo en los milagros, si en el trabajo y la constancia. A día de hoy me resulta todavía complicado entender como ha desaparecido totalmente el dolor y todo lo que el conllevaba.
Mi mejoría comenzó muy pronto, como la propia Encarna pronóstico. He vuelto a correr, incluso tengo prevista una carrera muy importante para mi por todo lo que significa. Correré con mi equipo femenino el próximo 19 de Octubre el Trail solidari ciutat de Alcoi. Si logro cruzar la línea de meta tras los 55 km de la bella montaña alcoyana con su Motcabrer incluido, sera muy importante en mi vida por muchas razones.
La vida no es un camino de rosas, al menos no solo de los pétalos de ellas, también lo es de las espinitas que las hacen ser rosas. Sigo mi terapia día a día, se ha convertido en una forma de vida. Me queda mucho camino por recorrer y se que debo vivir con muchas menos resistencias de las que yo misma pongo. Mi mente necesita fortalecerse con la constancia y la puesta en practica de muchas de las herramientas que, en mi caso, puso en mis manos Encarna.
Toda mi vida he sabido dar las gracias, en este caso, Encarna, gracias por haberme ayudado a salir el circulo de dolor físico y mental que acabo robando mi vida..
Testimonio Cristina
43 años. Dolor lumbar con 2 intervenciones de hernias de disco.
He estado más de 20 años con dolor de espalda que va y viene. Estoy operada dos veces de hernia discal, la primera con 19 años y la segunda con 30. No me fijaron.
Mi vida adulta siempre ha ido acompañada de dolor de espalda o de miedo al dolor de espalda, que es casi peor. He tenido una vida funcional, y he hecho de todo, soy muy activa, pero siempre he sido “la de la espalda”, con la que todo el mundo tiene cuidado, y ese miedo a descuajaringarme en cualquier momento siempre ha estado ahí.
He pasado crisis en las que no he podido levantarme de la cama ni para ir al baño, con dolores insoportables, sin poder dormir a no ser que me tomara dos pastillas. He llegado estar diez noches seguidas sin dormir. He tenido épocas de desesperación absoluta, de querer acabar con todo.
Así que, en periodos en los que me encontraba bien, pero de repente aparecía un dolor, aunque no fuera muy agudo, a mí se me disparaban las alarmas, entraba en pánico y me pasaba días en un estado de ansiedad que no me dejaba ni trabajar, pensando siempre que ese dolor iba a paralizar toda mi vida de nuevo y que no iba a poder hacer nada de lo que me apetecía hacer.
Después de las crisis me pasaba meses recuperándome, buscando nuevos tratamientos que me ayudaran a llevar una vida normal, pero siempre con el terror absoluto a volver a recaer cada vez que el dolor se asomaba.
He hecho todo tipo de tratamientos y algunos me han ido muy bien a nivel de dolor durante un tiempo, me he puesto fuerte, pero siempre me acompañaba la sensación de seguir siendo una enferma. Siempre con la sensación de que mi cuerpo era un ente independiente, al que odiaba y al que tenía que tener entre algodones, sin dejarlo siquiera cargar con una maleta de 5 kilos. Siempre con la sensación de no poder hacer esfuerzos, de no poder agacharme, de no poder caminar mucho, ni bailar mucho, ni hacer nada de nada mucho.
En 2020 llevaba como dos años encontrándome bastante bien, aunque siempre con la etiqueta autoimpuesta de ENFERMA. Durante el confinamiento, la inactividad y una experiencia muy desagradable con una amiga y socia, hicieron que resurgieran dolores que hacía más de una década no tenía. Entré en un bucle, me obsesioné con mi dolor, estaba al borde de la depresión. Mi fisio no hallaba la manera de quitarme el dolor. Podía funcionar más o menos, pero la idea de volver a estar encamada y dejar en vilo todos mis planes, me desesperaba. No podía más.
Empecé a ir a una psicóloga, que era muy profesional, pero su enfoque hacia mi dolor no me convencía. No estaba preparada para aceptar el dolor, para acogerlo de esa manera. Necesitaba GESTIONARLO, no aceptarlo. Así que hablé con mi “fisio” y le dije que pensaba que lo que necesitaba era a algún profesional que se dedicara a tratar dolor crónico. Yo no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar, solo sabía que lo mío era algo que necesitaba afrontar desde otra perspectiva.
Así llegué a Encarna. Ojalá hubiera sabido de su existencia hace años. Leer el libro de “Dolor Crónico” ya me ayudó a dejar de sentir muchos síntomas. Lo primero que entendí es que mi dolor no tiene por qué deberse a una lesión, pero tampoco es que te imagines el dolor. El dolor está, solo que el cerebro lo manda porque tiene la información equivocada. Encarna me dio las herramientas para poder iniciar un cambio, introducir hábitos en mi vida como la meditación y mucha información para cambiar la forma que tenía mi cerebro de ver y gestionar el dolor. También me está sirviendo para conocerme más, lo cual puede dar miedo a veces, pero es una aventura como pocas.
Lo que más agradezco de este tratamiento es el cambio de creencias que he hecho respecto a mi dolor y por qué se produce. El proceso será largo, yo aún estoy en el camino, pero por ahora puedo decir que la relación con mi cuerpo ha cambiado. Estamos empezando a ser uno, ya no es un ente separado de mí. Y, sobre todo, no me siento una enferma.
Este proceso es fascinante. Yo recomiendo a todas las personas que sufran dolor crónico que se acerquen a probarlo. Conocerse a uno mismo y por qué se producen estos síntomas es fundamental para recuperarse, porque cada persona es única, y las razones por las que un dolor persiste pueden ser muy diferentes de una persona a otra. Buscar en uno mismo y cambiar lo que creemos de manera universal e intocable, nos abre un camino apasionante hacia la recuperación. Hay que trabajar mucho, pero seguramente se convertirá en una de las mejores experiencias de tu vida.